Ruta 40 – Resumen días 30 a 38

El día anterior habíamos cumplido nuestro objetivo de llegar a km 0 de la Ruta 40 luego de salir desde La Quiaca, Jujuy, unos 5194 kilómetros antes. Con todos los desvíos ya llevábamos más de 9000 km de viaje pero aún queríamos más. Así que decidimos irnos hasta Ushuaia para ponerle una cereza al proyecto.

Salimos temprano por la RN 3, hacia el sur. Primero nos quisimos sacar una duda. En el post anterior les contamos que no pudimos acceder a la RP 51 porque estaba dentro de la Estancia El Cóndor y la tranquera estaba cerrada en dos lugares. Bueno, desde la RN 3, el acceso a esa ruta TAMBIÉN está cerrado con tranquera y candado. Bueno, al parecer hay gente que tiene la suerte de tener una ruta provincial para ellos solos… Imagino que Vialidad Nacional no puede hacer nada porque es ruta provincial… ¿O si puede?

Unos 65 kilómetros luego de salir desde Río Gallegos, llegamos al primer puesto de control fronterizo argentino… en el cual pasamos de largo ya que el trámite se hace más adelante, en el puesto de control fronterizo chileno. Acá hay empleados de ambos países. Burocracia pura. Un argentino nos selló un papel en un paso y un chileno, sentado al lado de él, nos selló el mismo papel en el siguiente paso.

Arcaico es poco…

Así que luego de este trámite estábamos en Ruta 255 chilena. Son 55 kilómetros de una ruta que está en buen estado, pero que no me gusta porque no es asfalto continuo sino que parecieran ser bloques de concreto con juntas que no son del todo lisas. Eso si, los carteles son ENORMES.

¿Y qué hay durante el viaje? Nada. Bah… hay guanacos. Y nada más. Luego de desviarnos por la Ruta 257 chilena, llegamos hasta un punto muy particular ya que para seguir hay que cruzar la Primer Angostura del Estrecho de Magallanes… en barco.

El sistema que usan es muy práctico: enormes barcazas con una puerta de cada lado. Suben a los autos, micros y camiones, cierran la puerta y a navegar. Dentro del barco pagás. Son 20 minutos para hacer los 5 kilómetros. Y son varias las barcazas que van y vienen constantemente. Pensamos que todo iba a ser engorroso, pero no. Muy aceitado. Muy veloz.

La vista desde arriba del barco es muy bonita y antes de que puedas empezar a disfrutarlo, te tenés que bajar. Salir de la barcaza es tán rápido como cuando subimos. Y ahora si, estábamos en la Isla Grande de Tierra del Fuego, del lado chileno, claro.

Son unos interminables 160 km de ruta monótona en donde el paisaje es muy similar al continental. Pero con una diferencia: notamos que los guanacos de la isla son más grandes que los continentales. ¿Alguien sabe por qué?

Finalmente llegamos a la otra frontera. Ahora fueron dos detenciones: una en el paso chileno y otra en el argentino. Ahora si, ingresábamos en la decimoquinta provincia de este viaje: Tierra del Fuego.

Fueron casi 300 km donde cruzamos casi toda la provincia de norte a sur. Pasamos por San Sebastián, Río Grande y bordeamos el Océano para luego adentrarnos en la zona montañosa.

Cruzamos Tolhuin para llegar al enorme Lago Fagnano y luego el Lago Escondido (el tercer “escondido” del viaje). Ya se notaba como poco a poco el paisaje fue cambiando de esa aridez monótona hacia el bosque montañoso de esta zona. Y luego si, comenzamos a recorrer el famoso paso Garibaldi para atravesar la montaña y llegar, al fin, a Ushuaia.

Fue un día largo, donde solo nos quedaba buscar dónde dormir y, justamente, dormir. El día siguiente nos tocaba recorrer.

Para encarar el día 31 pensamos que hay mil lugares para recorrer en Ushuaia, pero como solo teníamos un día, decidimos ir hacia el Parque Nacional Tierra del Fuego y llegar al final de la RN 3.

Son apenas unos 12 km en donde esta se vuelve de ripio y se adentra en el frondoso y denso bosque fueguino. Una hermosura para la vista.

Durante el camino hay varios senderos a los que fuimos bajando para caminar un poco, entre ellos el conocido Sendero de la Castorera, donde se puede ver el desastre que han dejado los castores de la zona.

Cuenta la historia que durante la década del 40 quisieron desarrollar la industria peletara de castores en la zona y como no funcionó terminaron soltando 25 parejas de éstos. Debido a que no son de la zona y no tienen depredadores naturales, se adueñaron del bosque cortando árboles, desviando ríos y generando que aquellos que mueren no vuelvan a crecer. Una plaga.

De todas maneras, no vimos ni un castor pese a que miden como un metro. Sabemos que son escurridizos, pero me pregunto si realmente seguirán ahí. Digo, si son plaga, ¿por qué no exterminarlos por el bien de la naturaleza? O quizás ya lo hicieron y seguimos yendo al sendero a “verlos”. No sé…

Otros senderos nos llevaron hacia la Laguna Verde y la Laguna Negra y también se puede ver el famoso Tren del Fin del Mundo. Además, visitamos el Lago Acigami, conocido como Lago Roca, en Argentina y Lago Errázuriz, en Chile.

Finalmente se llega al lugar donde medio planeta se saca la foto: la Bahía Lapataia, en el Canal de Beagle, donde finaliza la RN 3, luego de nacer en Buenos Aires y recorrer 3063 km.

La vista es hermosa, no vamos a negarlo. Y por suerte pudimos evitar a varios grupos de turistas que llegaban en micro hasta el lugar.

Durante el recorrido nos enteramos que cruzamos la Isla Entre Ríos. Si, una isla dentro de una isla.

Entrada la tarde y algo agotados de tanto caminar, nos fuimos hacia un Centro de Visitantes llamado Alakush. Dentro de él se puede visitar un pequeño Centro de Interpretación muy interesante (ahí nos enteramos que Tierra del Fuego, en la última glaciación, estuvo bajo más de 1 km de hielo y que el bosque que visitamos tiene solo 5000 años) y una muestra cultural que explica cómo vivían los pueblos originarios de la zona (onas y yaganes).

Terminamos la tarde tomando un chocolate caliente ahí, intentando recuperar calor luego del frío que nos caló los huesos durante todo el día. (pregunta: ¿cuál es la justificación a que una empanada de jamón y queso valga $90?).

La vuelta a Ushuaia fue tranquila. Queríamos llegar, hacernos algo de comer e irnos a dormir temprano. Al día siguiente teníamos que emprender, ahora sí, la vuelta a casa.

Así que luego de 31 días disfrutando experiencias hermosas, el día 32 fue el primer día en donde no tenemos mucho para contar. Por un lado, estábamos volviendo, lo cual fue un pequeño golpe a nuestro entusiasmo. Y por otro, recorrer un camino que ya habíamos hecho hacía dos días, fue poco interesante. Para intentar cambiar esa sensación decidimos hacer cambios en la planificación de los días siguientes. Teníamos un día de más producto de haber cancelado el trekking en las Torres del Paine. Así que comenzamos a pensar en qué usar ese día extra.

Llovió parte del viaje, al menos hasta llegar a la primera frontera.

El cruce hacia Chile se hizo largo en ambos pasos, debido a la cantidad de gente que esperaba. Había mucho viento y no teníamos muchas ganas de soportar toda esa absurda burocracia. De hecho, como no hay mucho para contar, voy a decirles nuestra experiencia cruzando la frontera.

Durante el viaje cruzamos 10 controles fronterizos: cuatro en el Paso Dorotea, dos en el Paso de Integración Austral y cuatro en el Paso San Sebastián. En todos los casos ocurrió lo mismo. Nos pidieron DNI de nosotros dos, Cedula Verde del auto y tuvimos que llenar unos formularios que dicen a dónde vamos y si llevamos algo para declarar. En todos los casos pasás por ventanillas de un país y dos minutos después por las ventanillas del otro país (en algunos casos en el mismo salón).

Luego de papeleos, sellos y firmas, te “revisan” el auto. Nosotros llevábamos el asiento de atrás y el baúl explotando de cosas. Apenas miraron. Pudimos habernos llevado un pingüino vivo o un guanaco y ni se hubieran enterado. Walter White y Pablo Escobar se hubieran hecho un festín.

Durante el recorrido no hubo mucho para contar. Mucha música durante el viaje para que el tiempo pase más rápido. Por alguna extraña razón, manejar seis o siete horas ya no era cansador, sino solo un día más. Lo único que volvimos a notar es que los guanacos en la Isla Grande de Tierra del Fuego son más grandes que los que están en el continente. Raro.

A última hora de la tarde llegamos una vez más a Río Gallegos a la casa de nuestra anfitriona Marta, donde comimos una rica cena mientras analizábamos los pasos siguientes.

Este viaje aún no terminaba…

Si bien el objetivo principal de nuestra aventura ya estaba cumplido, simplemente volver a casa no estaba en nuestros planes.

Así que el día 33 salimos de Río Gallegos por la RN 3 con sentido norte. Y acá comenzaron las primera impresiones sobre esta famosa ruta argentina: los camiones. Si durante el viaje por Tierra del Fuego el viaje fue bastante tranquilo, una vez salidos de Río Gallegos comenzamos a ver más y más camiones. Y esto no terminó hasta llegar a casa.

Por otro lado, la RN 3 es increíblemente monótona. Más aún que los últimos tramos de la Ruta 40 en Santa Cruz del lado Oeste. Son rectas, rectas y rectas con una vista similar al de las últimas ¿semanas? en Santa Cruz. Y guanacos. Muchos, como siempre. De todas maneras, cada tanto los desniveles de la ruta nos permitían ver el paisaje a muchos kilómetros de distancia, dejándonos asombrados por la inmensidad de territorio.

Luego de pasar por Coy Aike comenzamos a bordear uno de los parques más nuevos de la Argentina: el Parque Nacional Monte León. Fueron varios kilómetros hasta que llegamos a la RP 63, camino de acceso hacia él.

¿Y que hay dentro de él? Una fauna más que interesante, compuesta por pumas, zorros, guanacos, choiques cormoranes y en especial una colonia de 60.000 pingüinos (la cuarta más grande del país). Así que fuimos por ellos.

Ingresamos al Parque y comenzamos a recorrer el extenso camino de ripio de unos 15 km hacia el Este. Durante el camino se pueden observar un paisaje cambiante, plagado de pequeñas colinas que hacen que el camino se vuelva zigzagueante en subida y bajada.

Luego de una parada para ver desde un mirador la famosa Cabeza de León, llegamos hasta un sendero para ir a la pingüinera. El recorrido es de 2,5 km.

La diferencia fundamental con otras pingüineras, es que esta está afectada por la presencia de carnívoros, en especial pumas y zorros, que atacan a estas aves para alimentarse. Por eso tienden a verse muchos pingüinos muertos en la zona externa del área.

El comportamiento de los pumas en esta área es extraña. Lo primero que uno piensa es que los pumas se hacen un festín de pingüinos. Efectivamente es así, pero en su mayoría son las crías las que “entrenan” cazando pingüinos. Un puma siempre va a preferir un enorme guanaco a un pequeño pingüino.

Al final del camino hay un lindo mirador techado para poder observar la playa, a la cual no se puede bajar, y además podés ver los caprichos de la naturaleza entre el mar y el continente, con enormes acantilados y restingas que se pueden ver o no dependiendo de la altura del mar.

Luego seguimos viaje hacia el norte. Cruzamos Comandante Luis Piedrabuena, donde cargamos nafta y acá el auto empezó a tener algunos problemas con la inyección electrónica. Bah… la luz no dejó de prenderse y apagarse hasta llegar a Buenos Aires. Al principio nos preocupamos, pero luego decidimos dejar que el destino decidiera qué nos iba a pasar.

Cruzamos Puerto San Julián y cuando el sol empezó a ocultarse, nos desviamos unos 126 km por la RN 281 hacia el Sudeste hacia Puerto Deseado.

Íbamos a aprovechar nuestro día extra de muy buena manera. (Spoilers: contiene una especie de pingüinos que nunca habíamos visto…).

Si, el día 34 nos desviamos 126 km desde la RN 3 hacia Puerto Deseado con un único objetivo: visitar una pingüinera que tiene unos integrantes muy particulares: los pingüinos de penacho amarillo. A diferencia de los conocidos pingüinos de Magallanes, estas simpáticas aves con cara de enojadas, NO tocan las costas continentales argentinas. Para poder verlas teníamos dos opciones: ir a Malvinas (viaje anotado para algún día) o ir hasta la Isla Pingüino donde se encuentra la Reserva Provincial del mismo nombre. Y para acceder a esta isla se llega desde Puerto Deseado, así que acá estábamos.

Madrugamos. Muchísimo. Más de lo que queríamos. Pero no quedaba otra. Así que un rato antes de las 8 de la mañana estábamos en el puerto subiéndonos a una lancha que nos iba a llevar hasta la isla. Junto a nosotros, los chicos de 4to año de la Escuela de Biología Marina y Laboratorista Nº 1 de Caleta Olivia. Y les puedo decir que fue una hermosa experiencia. ¡Lo que saben estos chicos! Están en su salsa, claro.

El viaje en lancha lleva unos 45 minutos. A la ida, muy tranquilo. Tuvimos la suerte de ver un grupo de toninas overas que nos seguían, casi como jugándonos una carrera. Cada tanto una ola nos hacía saltar, pero nada grave.

Llegamos a la Isla Pingüino donde nos sacamos los salvavidas en una pequeña casilla y comenzamos a una caminata para recorrer esa pequeña porción de tierra. La guía, Roxana, nos colmó de información y dio participación activa a los chicos que respondían sin dudar. Grosos.

Primero vimos pingüinos de Magallanes, lobos marinos y elefantes marinos. Además, llegamos al viejo faro y al lugar donde hace muchos años se obtenía y procesaba la grasa de los lobos marinos, práctica que ya no ocurre.

Luego de caminar por el intrincado suelo isleño, llegamos hasta el otro extremo donde pudimos, finalmente, conocer al pingüino de penacho amarillo.

Son más chicos que los de Magallanes, incuban sus huevos directamente sobre la roca en lugar de hacerlo en un lugar más protegido y, lo más significativo, saltan. Si, saltan. Trepan la roca saltando. Mientras los de Magallanes hacen un esfuerzo enorme por trepar o bajar con sus patitas, los de penacho amarillo saltan superando todo obstáculo. Increíble.

Nos quedamos ahí, sentados al ladito de ellos, sin molestarlos, sólo observando cómo actuaban. Son silenciosos, pero cuando graznan… ¡el ruido que hacen! Aunque su sonido es distinto al de Magallanes (perdón por compararlos, pero es inevitable). Y son muy celosos de sus huevos. Al primer pingüino que se acerca un poco, enseguida viene el grito de advertencia. ¡Lejos de mi lugar, amigo!

Estuvimos ahí hasta empezada la tarde, donde volvimos a la casilla para comer un refrigerio. Ah, pero antes caminamos por una zona en donde hay nidos de skuas (un ave bastante grande, gris oscuro), los cuales, cuando ven que hay extraños, los atacan.

Por suerte pasamos sin grandes problemas, aunque a Martín un skua lo golpeó en la cabeza dos veces. Y pegan fuerte.

Luego si, comimos y nos volvimos a embarcar para volver. Ay, ese viaje de vuelta. Cuarenta y cinco minutos de un mar MUY picado, saltando de un lado para otro como bolsa en tormenta, empapados por las olas que nos golpeaban. Fue divertido.

Al llegar al puerto nos cambiamos, subimos al auto y volvimos a la ruta. Otra vez los 126 km de la RN 281, donde cruzamos una tormenta de polvo que nos sacudía el auto de un lado al otro, hacia la RN 3. Con sentido norte visitamos Caleta Olivia (acá la ruta se empezó a poner muy fea en cuanto a su estado), Rada Tilly, hasta llegar al final del nuestro recorrido del día en Comodoro Rivadavia bajo una intensa lluvia.

Nuestros anfitriones nos recibieron de muy buena manera y cenamos unas empanadas mientras conversamos hasta que el reloj nos mandó a dormir.

El día 35 fue un día extraño, sin dudas. Nos despertamos con lluvia. El frío era mucho y el aguanieve comenzó a verse a través de la ventana del departamento.

Por suerte cuando salimos era solo lluvia. Al pasar por la costanera en Comodoro Rivadavia, el mar golpeaba fuerte y levantaba grandes olas que anegaban en parte la avenida. Ya en la ruta, la lluvia se transformó en tormenta y acá bajamos mucho la velocidad. Asfalto en estado dudoso, tormenta y muchos camiones… el cóctel no estaba bueno.

Literalmente tuvimos lluvia todo el viaje. Cruzamos Garayalde, el cruce con la RP 30 que te lleva a Camarones (que ya habíamos visitado el año pasado, junto a la pingüinera de Cabo Dos Bahías) y luego no mucho más.

En cierto momento del viaje, nos desviamos por la RP 75 para ir a Punta Tombo, pero la lluvia cada vez estaba peor. Analizamos si valía la pena tomando en cuenta que el año pasado habíamos visitado la pingüinera, se estaba haciendo tarde y no sabíamos si cuando volviéramos la ruta de ripio de acceso iba a estar transitable o no. Así que abortamos la idea, y volvimos a la RN 3 (ya habíamos visto tres pingüineras en este viaje y dos más el año pasado, listo… por el momento).

Llegamos a Trelew sin alojamiento, para variar, y luego de conseguir un lugarcito, nos fuimos a descansar pensando si íbamos a hacer algo particular al día siguiente o no.

Ya en el día 36 salimos desde Trelew temprano hacia Puerto Madryn donde paramos para comprar algunos regalos. Luego enfilamos directamente hacia la Península Valdés. Como comentamos en el post anterior, esta zona ya la habíamos visitado el año pasado, pero bueno… Queríamos “hacer algo más” en esta aventura.

La península parece tan chiquita, pero cuando la recorrés, es enorme. Una cosa positiva: el ripio que recorrimos está en bastante buen estado, lo cual permite ir un poco más rápido que los 20 km/h de otros tramos de nuestro viaje.

El paisaje es similar al de la Patagonia: árido, con arbustos espinosos bajos. Luego de la tormenta que tuvimos que soportar el día anterior, tuvimos la suerte de tener un hermoso día soleado y muy caluroso.
La fauna del lugar es enorme y muy activa. Predominan los guanacos, zorros, choiques, maras y armadillos. Estos últimos se acercan a donde están los humanos a la espera de que se nos caiga “algo”. Nos nos temen, nos utilizan para beneficio propio. Al igual que varias especies de aves que se acercaron a nosotros en búsqueda de comida. Se te suben a las piernas o brazos sin problemas. Todo sea por una suculenta migaja.

La península es muy conocida por la visita anual de las ballenas francas australes, pero para esta época las mismas ya dejaron la zona. Pero de todas maneras las playas están dominadas por elefantes marinos, lobos marinos y pingüinos de Magallanes, además de gaviotas y cormoranes.

Aprovechamos para pasar gran parte del día en las costas disfrutando del sol, el mar y estando atentos por si algún grupo de orcas se acercaba a la playa. Nos enteramos que unos días antes unas ocho orcas habían llegado a las costas, a la altura de Punta Norte, para alimentarse de algún lobo marino descuidado. No tuvimos la suerte de ver dicho espectáculo, aunque no me queda claro si nos hubiese gustado ver algo así. Pero bueno… La naturaleza es así.

Sobre el final de la tarde volvimos a la ruta. Dejamos definitivamente atrás a Chubut para ingresar nuevamente en Río Negro. Cruzamos Sierra Grande para por fin llegar a Las Grutas, donde hicimos carpa durante la noche para esperar lo últimos dos días de viaje.

Todo va teniendo un fin.

El día 37 despertamos dentro de la carpa en Las Grutas en una hermosa mañana primaveral. Era la primera vez que sentíamos calor en mucho tiempo. Hicimos cuentas: hacía 20 días habíamos llegado a San Martín de los Andes donde fue la primera vez en que nos pusimos pantalones largos y algún abrigo extra. Y ahora, en Las Grutas, lo primero que hicimos mientras metíamos todo en el auto, fue guardar todo el abrigo que tanto nos había ayudado en el frío patagónico. Y volvimos a reflotar las bermudas, claro.

El día, como les dije, era hermoso. El sol, la fresca brisa matutina… no nos queríamos ir. Pero teníamos que movernos.

Salimos de Las Grutas pasando por San Antonio Oeste donde tomamos la decisión de ir por la RN 3 en lugar de tomar la RN 251 sin un por qué muy definido.

Llegamos a Viedma y cruzamos el río donde le dijimos adiós a la Río Negro para llegar a Carmen de Patagones e ingresar a la provincia de Buenos Aires. Pasamos por Villalonga, Pedro Luro hasta la entrada a Bahía Blanca donde comenzamos a transitar una de las secciones más agotadoras del viaje, producto de la gran cantidad de camiones en la ruta.

Siendo que la RN 3 es una de las vías comerciales más importantes del país, ¿cuándo va a tener dos carriles por mano? O al menos una tercera trocha cada tanto. O mejor aún, ¿para cuándo la vuelta de los trenes para bajar los costos del transporte y liberar a las rutas de tanto camión? Realmente es muy peligroso tener delante a cinco camiones que circulan a 40 km/h con una fila de veinte autos que esperan un hueco en la mano de enfrente para pasarlos.

Acá decidimos salir de la RN 3, para tomar por RP 51. Cruzamos Coronel Pringles hasta llegar a Olavarría donde pasamos la última noche del viaje.

El día 38 fue el último día de viaje y ya no había mucho para contar, más que decirles que este día fue el más a agotador debido a los camiones en la ruta. Desde Olavarría, RN 226, RP 51 hasta Saladillo donde tomamos la RN 205. Roque Pérez, Lobos, Cañuelas y desde ahí la autopista hasta la ciudad de Buenos Aires donde dimos por terminada esta aventura.

Ay, ay, ay, Buenos Aires… No extrañamos tu caos (solo a nuestra gatita).

Fueron en total 13.734 km en los que recorrimos 15 provincias argentinas: Buenos Aires, Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego; y donde hicimos fugaces visitas a Bolivia y Chile.

En los próximos días estaremos publicando las consideraciones finales de esta travesía que para nosotros, dos citadinos desarrollando alas, fue enorme. Ahí hablaremos de gastos, cuidados del auto, comidas, alojamiento, etc.

Y hablando de alojamiento, queremos agradecer a varias personas que nos recibieron en sus casas de manera totalmente desinteresada, dándonos una mano gigante para poder pasar allí varias noches. Así que desde acá queremos agradecer a Graciela, Elvecia, Marcela, Regina, Sebastián, Omar, Natalia, Ariel, Nora, Andrés, Marta, Timoteo y Nicolás. Cada uno de ellos nos abrió la puerta de sus casas, nos ofrecieron comida y un lugar para dormir. ¿Qué más se puede pedir?

También queremos agradecer a Bardahl Argentina ya que sin ellos, este viaje hubiese sido mucho más complicado. El corsita se bancó de todo y gracias a los productos de Bardahl todo le fue más fácil.

Otro agradecimiento especial a quienes nos dieron una mano previa al viaje, dando a conocer nuestro proyecto. A Mercedes de #ElBocinon en Radio Unyka; @sofisca de Alza Melaria en Radio Colmena; a Nadia (@locutora_online) de Podemos Hacerlo en Suin Radio y a los chicos de Fulanos en Radio a la Calle. A cada uno de ellos y sus equipos, gracias.

Y si de radio hablamos, queremos agradecer también a Ángel y su equipo de Trip 4 Life quienes fueron relatando nuestro viaje a través de Radio Inter, allá en España. Ojalá que algún día puedan venir a Argentina a conocer esta hermosa y maravillosa ruta. Y ojalá podamos algún día recorrer España tal como lo hicimos en este viaje.

Y gracias a cada uno de ustedes que estuvieron ahí, leyéndonos, deseándonos suerte y dándonos ánimos para seguir adelante. Nos vimos superados por tantos mensajes. Intentamos responder a todo lo que pudimos, aunque a veces se nos hizo complicado (en especial, cuando estuvimos varios días sin Internet).

Ahora viene la parte más compleja de todo el viaje: volver a ver las 4500 fotos, las 177 horas de video y empezar a traducir todo esto en palabras. Llevará tiempo. Mientras tanto, ya estamos pensado cuál será la próxima aventura de Desde Hasta (ya la sabemos, pero shhh…. 🙂 ).

Gracias.

Podés leer el resto de los resúmenes acá:

3 thoughts on “Ruta 40 – Resumen días 30 a 38

  1. Nos encantó las crónicas de cada día.
    Nos aclararon varios puntos además de darnos nuevas ideas.
    Si todo sigue bien emprenderemos nuestro viaje desde Neuquén capital ,hasta cabo vírgenes.
    Graciassssss
    Esperamos el balance así sabemos sobre aproximadamente los gastos

  2. Excelente relato.!!!! Reviví en pocas horas de lectura gran parte de lo que hicimos en varias oportunidades y no dejó de producirme unas extraordinarias “Saudades” Felicitaciones por la decisión de hacer semejante recorrido y por el detallado y divertido relato. No dejen de atrapar sus sueños, que viajar es CULTURA A PRESIÓN. Saludos de Hugo y Tere.

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